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Rugby World Cup

Las diferencias entre Cóndores y Leones que valen un Mundial

Casi por los mismos días en que Chile se clasificaba en cancha para el Mundial de Rugby 2023, España perdía definitivamente en los despachos cualquier opción de acudir a la cita francesa. Mientras Los Cóndores se aprestaban a disputar la histórica serie con Las Águilas en Santiago y Colorado, World Rugby desmontaba todos y cada uno de los argumentos con los que Los Leones apelaban la decisión de dejarlos fuera del Mundial por alineación indebida de un jugador… sudafricano.

Por Pablo Sapag desde Damasco. Periodista chileno y columnista de Rugbiers, ex jugador de PWCC, radicado en España donde es catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, España y jugador del Olímpico de Pozuelo.

Lo más relevante del raspacachos del órgano rector del rugby mundial al hispano es que le recuerda que en cuatro años incurrió tres veces en la misma acción punible: alineación indebida de un jugador extranjero que en realidad y de acuerdo a las normas de World Rugby no podía vestir la camiseta de Los Leones. En otras palabras, no se trató de un error involuntario. Tampoco de un caso excepcional en el que la Federación Española de Rugby (FER) habría sido víctima de unos desaprensivos que habrían falsificado documentos para que el sudafricano fuera elegible y así no ocupara plaza de extranjero en el club de División de Honor en el que militaba, el Alcobendas del chileno Matías Cabrera, elenco hoy descendido de categoría por su implicación en el caso.  En realidad, las alineaciones indebidas se repitieron en la incomprensible carrera hispana de los dos últimos ciclos clasificatorios para llegar al Mundial.

Para volver a la cita máxima del rugby –ya estuvo en 1999-  la FER apostó por extranjeros frente a jugadores nacionales o de larga data en el país y con los que los seguidores podían sentirse más identificados. Han destacado los franceses con algún remoto vínculo familiar español o no y los argentinos, por igual razón o porque han reforzado a la semiprofesional liga española y a sus clubes, desesperados por contar con jugadores elegibles para la Selección Nacional porque así no ocupaban plaza de extranjero.

Con el fútbol/soccer en la mira

El objetivo de la FER era clasificar para recibir los réditos económicos que de ello se deriva, convertir el rugby en un producto siempre con el fútbol como referencia y, si acaso, aprovechar la monetización del deporte oval para consolidar un rugby base que en España, sin embargo, hace ya mucho tiempo despegó. Un pretendido círculo virtuoso que, sin embargo, ha demostrado ser una quimera de la que a buen seguro más de alguna federación estará tomando nota. Otras, como la chilena, la uruguaya, la georgiana, la portuguesa o incluso la rumana nunca creyeron en esa vía y apostaron siempre por el jugador nacional. Es así como han logrado sus objetivos.

España también podría haberlo hecho. Tiene más jugadores que cualquiera de esas federaciones. Por ejemplo, 10 veces más que Chile con poco más del doble de población. De hecho, fue así como en 1999 España se plantó en Murrayfield y algún otro escenario escocés en lo que hasta ahora ha sido la única participación de Los Leones en una justa mundialista. En aquel entonces apenas sobresalían dos o tres nombres de no españoles de origen entre los de los míticos Albert Malo, Oscar Astarloa, Fran Puertas y otros 27 leones que completaron la nómina que fue al Mundial de 1999.

Ironías de la historia, en aquella justa planetaria los españoles se enfrentaron a un Pablo Lemoine jugador que luego como entrenador, primero de su Uruguay natal y ahora de Chile, y junto a las respectivas uniones, ha demostrado no solo tener una mejor hoja de ruta para llegar al Mundial. También una comprensión más profunda de lo que histórica, cultural y geopolíticamente representa el rugby.

Solo si se tiene en cuenta todo eso se pueden diseñar estrategias exitosas para lograr fines específicos. Lo otro son atajos y casi nunca funcionan, menos si se trata de rugby, en cuya esencia está la conquista del territorio palmo a palmo. Que se lo digan también a los estadounidenses, que a golpe de billetera se han hecho con la organización del Mundial masculino de 2031 y el femenino de 2033 y con esos dólares han atraído jugadores foráneos que, sin embargo, no fueron capaces de vencer a uruguayos y chilenos de tomo y lomo y varias veces menor renta per cápita.

Tackleando equívocos

El rugby es un deporte que por sus duras características físicas y, asociadas a las mismas, sus complejidades reglamentarias, necesita que en la cancha y en todo momento se refleje una cultura rugbística propia enraizada con la base y el lugar en el que se juega. Solo así se instila la pasión eterna por un deporte que como dijo un entrenador sudafricano para desterrar cualquier equívoco, no es de contacto, sino de colisión. Solo el compromiso con algo que va mucho más allá de la diversión explica la resignación ante los duros tackles y hand-offs recibidos y la voluntad férrea de aprenderse las reglas que permiten disputar un ruck, un scrum o un line-out reduciendo los riesgos que conllevan.

Para simplemente hacer amigos o pasarla bien hay infinidad de alternativas menos dolorosas y esforzadas. Para ganar plata, también. Que se lo digan a los mineros galeses, que prefirieron el rugby 15 al pub o al desde siempre profesionalizado rugby league ni más ni menos porque lo suyo iba de ganarse la vida en las profundidades de la mina, ahí donde se forjan los músculos y los lazos que luego permiten sobrevivir mejor en una cancha de rugby. Así lo ha dicho el galés e hijo de minero Terry Cobner, internacional con los dragones de la década de 1970 y los British and Irish Lions.

El deporte oval nació en plena expansión del imperio británico y de la acelerada decadencia del español. Lo hizo en la muy inglesa ciudad de Rugby, en las instalaciones de su prestigiosa escuela pública. Otro equívoco semántico –ojo, los puristas siguen llamando futbol al rugby-, porque al igual que Eton, Harrow o Queen Elizabeth y como buena escuela pública inglesa, en realidad el de Rugby es un colegio privado en el que en su día se formaban quienes debían administrar el imperio. Para ello era fundamental forjar el carácter en la dureza física, el trabajo en equipo y el cumplimiento estricto de las normas.

Esa misma filosofía trasladaron los británicos a sus colonias o a países que sin serlo entraron en su esfera comercial, caso de los sudamericanos. En cada uno de ellos esos principios básicos del deporte se combinaron con la cultura local. Eso explica por qué los maoríes o los fiyianos engancharon con el rugby y los indios, por el contrario, lo hicieron con el cricket.

De aquel maridaje se derivaron estructuras organizativas diversas. Como recoge Rex Gowar en su recientemente publicado Pumas: A History of Argentine Rugby el expresidente de la UAR Lucho Gradín siempre tuvo claro que para que al rugby argentino fuese gobernable y exitoso había que entender que sus clubes tenían una estructura británica pero jugadores de fondo cultural latino.

Con clubes algo distintos y más vinculados a colegios británicos y en territorios igualmente diversos, los órganos rectores de Uruguay y Chile han buscado un modelo propio que pasa por partir de lo que hay para masificar –en rugby eso siempre será un decir- a partir de lo que es y no de lo que podría ser.  No se trata de vivir admirando o envidiando a los Richie McCaw o Hugo Porta de este mundo sino de trabajar con los Saavedra, Silva, Sigren, Fernández, Dittus, Carvallo, Sarmiento o Videla, en el caso de Chile, o los Civetta, Ormaechea, Vilaseca, Arata o Favaro de Uruguay. Curiosamente –o no-, más de alguno de ellos ha jugado o juega en la División de Honor española.

¡Que ruja el Central!

En una España en la que la ovalada entró muy de a poco por vía francesa y en el que para todo el peso psicológico del haber sido es mucho mayor que el de la promesa del poder ser –por eso las eternas y estériles comparaciones con el Reino Unido-, se ignoró lo que ya se había desarrollado de manera natural. A partir de clubes universitarios y otros de raigambre local sin ningún sesgo social se logró en los últimos treinta años extender el deporte oval de manera vigorosa.

Sin embargo, una apuesta polémica , cortoplacista y de espaldas a la realidad obligó a esos miles de entusiastas rugbistas españoles a tener que aplaudir a unos leones que apenas hablaban su idioma o que ante el público hispano al que representaban consumían sin rubor ni tino productos totalmente ajenos a la cultura española en cualquiera de sus variantes gastronómicas. Con el cuento de la lechera futbolística –el de la pelota redonda- en la cabeza, se llegó incluso a cuestionar a uno de los grandes activos del rugby nacional, un estadio Central que pese a sus vetustas graderías es una de las mejores canchas de rugby del mundo y no una de fútbol reconvertida. Un auténtico Welford Road, Thomond Park o Charrúa en el corazón de Madrid para alimentar la historia propia y dejar de admirar y envidiar las ajenas.

El descalabro ha forzado elecciones en la FER. La persona que salga elegida deberá volver a empezar, aunque no del todo. Como antes demostraron Uruguay o Portugal y ahora Chile, para seguir sumando fases en el rugby nunca hay que olvidar aquello de que lo que buscas, siempre estuvo acá.

Columnista Rugbiers. Periodista, Profesor Universidad Complutense de Madrid, jugador de Country Club y Olimpico de Pozuelo

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