A diferencia de lo ocurrido en Toulouse y en Burdeos, en la norteña ciudad francesa de Lille Chile no jugó de local. En el estadio Pierre Mauroy hubo muchos compatriotas alentando a Los Cóndores, pero la proximidad de Inglaterra y las facilidades de transporte para que los seguidores de La Rosa llegaran a esa ciudad casi en la frontera con Bélgica y a muy pocos kilómetros de Calais, puerto de llegada de los ferries que desde Dover surcan el Canal de la Mancha, hicieron menos visible la marea roja.
Quizás también influyó el excesivo respeto a un rival con el que Chile nunca había jugado y que por su condición de inventor del rugby, lo haga bien o mal, siempre impone. En la cancha y en las gradas, donde se oyó más el Swing low, sweet chariot que los cánticos de la hinchada chilena que tanto retumbaron en Toulouse y Burdeos.
Pese a todo, Chile partió muy bien. Los ingleses tuvieron que emplearse a fondo y solo pasados los primeros veinte minutos de juego lograron inaugurar el marcador. En ese primer cuarto, los de La Rosa también comprobaron algunas de las habilidades en ataque de los chilenos, acertados con un juego de mano veloz y entre líneas con el que casi sorprenden a los de Steve Borthwick.
Sin embargo, y una vez que el rapidísimo wing Henry Arundell inauguró el marcador y su cuenta personal –anotó cinco tries- las cosas se pusieron feas para los dirigidos por Pablo Lemoine. En los veinte minutos que restaban de la primera mitad, Inglaterra marcó otros cuatro tries. Como no todos fueron convertidos por un Owen Farrell que volvía a vestir la camiseta inglesa tras cumplir con una sanción disciplinaria y debutando así en este Mundial, el tanteador se quedó en Chile 0 – Inglaterra 31.
Lo hecho en los primeros veinte minutos y un marcador abultado pero aún no excesivo, hacían albergar esperanzas de que aun perdiendo como frente a Japón y Samoa, Los Cóndores volverían a dejar buenas sensaciones. Sn embargo, no fue así.
En un segundo tiempo del que más que olvidar se pueden sacar algunas lecciones, Chile no supo jugar contra el crono y el marcador, auténticos rivales a batir una vez establecida por Inglaterra una ventaja insalvable. Está bien tratar de hacerle un try a La Rosa pero tener seis penales en zonas propicias para sumar puntos e insistir con la opción de jugarse el penal-touch-lineout-maul para ver como invariablemente los ingleses terminaban recuperando la pelota, no parece lo más acertado.
Siendo muy conservadores, patear a palos esos penales más que asequibles le hubiera permitido a Chile sumar al menos 9 de los 18 puntos posibles y de paso lograr que el crono avanzara. Minutos en que los ingleses no tendrían la pelota –ni harían puntos- y Los Cóndores habrían recuperado oxígeno. Ello era más que necesario, sobre todo después de que Chile se quedara con 14 por la amarilla a Dittus a poco de empezar el segundo tiempo.
En realidad, fue justamente eso, administrar el crono y el marcador, lo que hicieron los ingleses en su primer partido ante Los Pumas, que jugaron casi entero con 14. Entregados a las patadas y los drops de George Ford y enervando a los argentinos a medida que pasaba el tiempo, los de La Rosa lograron ganar y disipar así las malas sensaciones con las que habían llegado a Francia. En su nivel y de acuerdo a sus objetivos, Chile podría haber tratado de hacer algo parecido.
Al comienzo del segundo tiempo hubo otra decisión discutible. El sudafricano Jaco Peyper pitó un penal a favor de Chile porque los ingleses hundieron el scrum y la opción fue convertirlo en otro scrum del que en segunda instancia los ingleses salieron más que airosos.
En el rugby las decisiones tácticas son muy importantes, más aún cuando la estrategia trasciende a lo que se hace en un solo partido. Decidir tácticamente en función de una estrategia mundialista que busca posicionar a Chile en la elite es clave. Tan importante como ganar, es cómo se pierde.
Antes del partido con Inglaterra, sobre la toma de decisiones se refirió en El Mercurio el entrenador de ataque de Los Cóndores. Rodolfo Ambrosio dejaba claro que ante Japón y Samoa algunos penales debieron patearse a palos. Sin criticar abiertamente a los jugadores, dejaba un mensaje evidente cuando decía que su opinión la compartía el resto del staff. Visto lo ocurrido en Lille, tendrán que recordárselo a Los Cóndores de manera más contundente. Incluso se podría emular a los entrenadores sudafricanos Rassie Erasmus y Jack Nienaber, que durante los partidos y desde la cabina ordenan con una lámpara-linterna que un penal se tire a palos. Lemoine podría hacer lo mismo. A veces, inmersos en la intensidad del juego, ni capitán ni demás jugadores tienen la perspectiva suficiente para acertar. Por algo los sudafricanos, tres veces campeones del mundo, hacen lo que hacen.
Los mundiales se juegan en el momento, sí. Pero también para la posteridad. Las estadísticas son importantes para crear o consolidar un nombre en la escena rugbística mundial, de la que Chile es parte. Hasta Lille, las de Chile eran buenas. Portugal, Georgia o Namibia ya tienen varios mundiales a su haber pero en algunos de ellos han sumado derrotas muy abultadas. Esos guarismos reflotan, sobre todo cuando se viene otro Mundial. Chile iba muy bien en ese sentido pero el 0-71 final que le endosó Inglaterra se recordará de tanto en tanto sin que nadie haga mención a los espectaculares primeros veinte minutos de Chile, a su valentía al jugar los penales al touch o a unos contragolpes ilusionantes. A este nivel, el pragmatismo también es importante. Algo de eso enseña Lille, sobre todo de cara al último compromiso mundialista en Nantes. Será dentro de una semana ante unos Pumas que si quieren llegar a cuartos tendrán que emplearse a fondo en los dos partidos que les quedan. Y Chile, a volver a darlo todo. Con corazón. Pero también con cabeza.
Fotos: World Rugby
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